sábado, 23 de abril de 2011

El gran secreto


Dicen que hace muchos años, tal vez eones, los dioses quisieron esconder sus secretos para que no cayesen en manos inadecuadas.
-         En lo más alto de las montañas. Dijo uno.
-         En el abismo más profundo de los océanos. Dijo otro.
-         Enterrado en la más profunda de las cuevas. Contestó un tercero.
-         No  – añadió otro. Lo esconderemos donde nunca a nadie se le ocurrirá buscarlo. En el interior del ser humano.

Leo Strauss nos confesaba que existen una serie de iniciados que comprenden una verdad oculta, un secreto tan desestabilizante para el ser humano, que haría que el mundo tal y como lo conocemos saltara por los aires. Por ello debe ser ocultada al publico en general y por ello, las masas deben permanecer en la mas grande las ignorancias y permanecer completamente distraídos, para así permanecer desinformados y que nunca llegue a sospechar tan siquiera de su existencia. La existencia de un enorme poder.
 
Desde la noche de los tiempos, levantando su cabeza hacia el infinito estrellado, siendo consciente de su insignificancia, el hombre ha buscado el secreto para combatir aquello que le horrorizaba: La muerte. El secreto de la inmortalidad humana. Al no encontrarlo, se ha inventado un “más allá”, un lugar donde al menos pueda sobrevivir el cuerpo inmaterial: el alma.

Si el hombre conociese ese inmenso poder escondido por los dioses en nuestro interior, volcaría toda su existencia en su búsqueda. Nos daríamos de bruces con el conocimiento de que, al igual que los dioses, el hombre también es inmortal, hecho a imagen y semejanza de los dioses, los elohim.

Quien no ha dicho, pensando sobre la muerte “como se va a acabar esto aquí? No puede ser esto todo.”
No somos conscientes de nuestra inmortalidad, pero acaso, no es el hombre un ser en permanente búsqueda? No ha buscado siempre trascender, perdurar, sobrevivir? Si hasta tenemos un instinto para eso. El instinto de supervivencia. No es acaso el resquicio de una memoria genética que nos está diciendo que no es así, que hay algo más en nuestros genes. Que debemos seguir buscando. Nos lo recuerda una y otra vez, que no tenemos que conformarnos.

El gran físico Nicola Tesla dijo que el ser humano era una perfecta maquina atrofiada llena de enormes posibilidades sin desarrollar.
Alguien se encarga de entretenernos, de distraernos, de desinformarnos para que no consigamos realizarnos en plenitud.
Es por eso que nos pasamos la vida buscando. Siempre buscando pero nunca encontrando. Tan enorme es ese poder que ni se nos ocurre que buscando podríamos encontrar algo así, de tamaña envergadura. Y claro que tampoco nos lo ponen fácil.

Ya desde la época de Abraham el judío, en su camino en pos de la inmortalidad, nos avisó de ello, ya que dijo que en su larga búsqueda a través de los continentes, solo se había encontrado con embaucadores, truhanes, farsantes y chantajistas. Desinformadores todos ellos.
Si bien nos contó también que lo más cerca que ha estado de dicho fin había sido en Egipto. Claro que los egipcios tal vez comprendían algo que a los demás se les había escapado hasta aquel entonces y es que si momificaban a sus muertos, a través de depuradas técnicas de momificación, no fuese por otra cosa que pretender que sus cuerpos, no ya estuviesen preparados para una supuesta resurrección ya que habían sido previamente eviscerados, sino más bien, al igual que hoy en día, hay quien crióniza su cuerpo para que pueda ser reparado en el futuro, los egipcios intuían que debían salvaguardar su ADN para que tal vez alguien, en el futuro, pudiese regenerar sus células y dar vida a sus faraones.

Sabemos que muchos de los misterios egipcios han pasado, siglo tras siglo, a nuestros días a través de la alquimia. Y cual era si no el propósito de la alquimia al querer realizar la Gran Obra que el conseguir la perfección del cuerpo y la mente. Y que mayor perfección que conseguir la inmortalidad física?
No es acaso esa la verdadera piedra filosofal que convierte la pesadez plúmbica de la vida en la aureada inmortalidad?

Ese mismo debería ser hoy en día el Santo Grial de la ciencia. La búsqueda de los mecanismos por los cuales las células deciden sin más que deben dejar de reproducirse y alterarlos a nuestra voluntad. Eso sería jugar a ser Dios, podrían decir algunos, pero acaso, no nos dicen los evangelios “sois dioses”?

“Somos dioses” y no lo recordamos. “Somos dioses” pero no lo sabemos. Ese es el gran secreto. Sabemos que nuestras células, en sus reacciones metabólicas producen efectos lumínicos. Producen luz. Y si conseguimos que nuestras células se reproduzcan una y otra vez, sin límite, habremos conseguido un haz de luz infinito, tal vez esa luz infinita y eterna de la que nos han hablado los sabios, los santones y los místicos a lo largo de los milenios. Fundirnos con esa luz de nuestro interior infinitamente a través de nuestra inmortalidad. Nuestro propio camino hacia la luz Somos dioses y somos luz. Somos seres de luz.

De hecho, quien de joven no se ha sentido inmortal? Quien no ha visto la muerte como algo que solo les pasa a los demás, como algo lejano? Solo cuando aceptamos, poco a poco, con los sinsabores de la vida, que nosotros no somos distintos de los demás, que nuestro final también es seguro, es tal vez cuando nuestras células se reprograman y marcan el momento en el que deben de dejar de reproducirse. Pero los últimos descubrimientos en el campo de la física cuantica nos dice que nuestro cerebro, nuestros pensamientos y nuestros deseos influyen en nuestro entorno y en nuestra vida cotidiana. Si sabemos que moriremos estamos forjando nuestro destino mortal, a lo largo de los años. Somos dioses, creamos con nuestros pensamientos nuestra realidad y nuestras circunstancias. Deberíamos crearnos una realidad inmortal y comenzar a enseñar a las generaciones venideras a forjar esos pensamientos. Tal vez algún día, ese sea el camino que consiga tomar el ser humano, tal vez la evolución definitiva, la necesaria para poder colonizar otros planetas viajando intergalacticamente con nuestras vidas infinitas.
A lo largo de la historia y obviando al conde de Saint Germain, solo hemos conocido, aparte  de Osiris, tal vez el primero en lograrlo, aunque nos quede muy lejano, el caso de una persona que pudo haber sobrevivido a la muerte física. También sabemos que esa persona al nacer se le entregó una copia del libro de Seth, hecho este ocultado por la Iglesia al ser considerado algo pagano, y sabemos también que esa persona pasó toda su infancia y parte de su edad adulta en Egipto, estudiando los misterios de la magia egipcia entre ellos los rituales de la magia póstuma de Seth y Osiris, que luego se dedicó sin reparo alguno a mostralos por la tierra natal de sus padres, Israel.
Desde que nacemos, la Iglesia nos inunda con su verborrea y con su logotipo del hombre crucificado, por todas partes, a todas horas. Nos recuerdan día a día que somos mortales, que moriremos, que incluso Jesús murió. “Vas a morir”, nos dicen, y ellos tienen la llave de esa vida inmortal, pero no está aquí, no se encuentra a tu alcance.
La Iglesia es la principal desinformadora de la realidad de nuestra esencia. Nos recuerda que incluso Jesús murió aunque luego sobrevivió. Y es por eso que el cristianismo ha tenido tanto éxito. Porque alguien ha logrado lo que desde la noche de los tiempos el hombre había ansiado, vencer a la muerte. Pero también nos dice que si Jesús sobrevivió es porque era dios. Pero no se da cuenta que nosotros “somos dioses”?  Nos han dicho que Jesús era dios y nosotros no y que la inmortalidad solo está al alcance de los dioses, esa es la gran distracción. Pero en la misma medida que nosotros somos dioses, también podemos. El mismo Jesús en ningún momento dice ser dios. Dice “somos dioses” en referencia a todos nosotros. El comprendió algo que nos atañía a todos nosotros y la Iglesia nos lo ha hecho llegar como algo que solo era aplicable a Jesús mismo. Tan dioses somos nosotros, como humano era el.

Otro que en su momento también se pudo haber sentido inmortal fue un personaje tan deleznable como aquel que obedeciendo las oscuras voces que se manifestaban  en su cabeza, no dudó en realizar el mayor sacrificio humano de la historia de la magia negra, el mismo que  comentó que no dudaría en sacrificar a su pueblo si encontrase a otro que sirviera mejor a los intereses que el buscaba, aquel que se había apropiado de mas de cien mil manuscritos alquímicos a la vez que numerosos objetos de poder, aquel que pretendía formar un reich de mil años y que el mismo pretendía gobernar durante ese mismo espacio de tiempo. Aquel que tal vez comprendió algo que por suerte, nunca pudo llegar a conseguir realizar.

Pero siempre la magia y la alquimia por el medio de esta historia y es que tal vez a través de algún tipo de ritual, o de algún tipo de vibración, sea posible desactivar esa cualidad de las células que llegado cierto momento, les anima a dejar de reproducirse. Es necesario encontrar ese método de alquimia interna para alcanzar ese noble fin.

Yo no se si realmente existe esa verdad oculta paro lo que si se que el hombre siempre ha ido buscando  un algo que no encuentra ya desde los tiempos de Gilgamesh, lo que si ha buscado es sobrevivir a la muerte, a pesar de los desinformadores que nos recuerdan a cada paso que no es posible. Ponen demasiado empeño, a mi parecer. Lo que si se es que “somos dioses” y poner a la altura de un dios inalcanzable a alguien que haya sobrevivido a la muerte, es infravalorar nuestras capacidades humanas y sobrevalorar las de ese que si lo ha conseguido poniéndolo como un fin inalcanzable para todos nosotros y hacernos desistir de iniciar esa búsqueda. La búsqueda de la inmortalidad, de nuestra conciencia divina.

Iniciemos ese viaje y descubriremos sorprendidos que viajamos a lomos de un gigante desconocido.

viernes, 22 de abril de 2011

El dios de las cosas muertas


El Dios de las Cosas Muertas es el dios del paso del tiempo, que seca las hojas, seca tu vida. Sabes muy bien que en todo momento te persigue Ozz el Grande y Terrible, en cada rincón, en cada esquina, en cada momento del paso del tiempo, te acecha y te observa y no tiene prisa, pues tiene mil formas, tiene mil maneras, y todas horribles, pues todas tienen como fin hacer tu vida inservible. Se come las horas, mata los días. Con cada minuto que pasa se mueren las cosas, pues El se alimenta del paso del tiempo, y no tienes remedio, con solo un soplido te aparta de en medio. Sabes muy bien que El pondrá fin a tu vida. Es muy paciente, puedes tener un accidente. El te espera, no lo dudes, pues es el encargado de hacer que tu vida se nuble. Hay quien dice que puede verlo en las fotos antiguas, de esas en blanco y negro medio carcomidas. El paso del tiempo las ha convertido en la huella del Dios de las Cosas Muertas.
El Dios de las Cosas Muertas
El Dios de las Cosas muertas
Me tengo que ir, está llamando a mi puerta
El Dios de las Cosas muertas.

lunes, 18 de abril de 2011

La foto

 Toma una foto de mi lapida, es el ultimo recuerdo que tendrás de mi. Es lo último que puedo darte, pues nada mas mereces después de dejarme morir en tus brazos. Te anclaste en mi dolor, y me dueles. Me dejaste morir en tus brazos mientras yo te decía vete, aléjate, sal de mi y ahora te consuelas con el pensamiento de que fue mejor así. Me dejaste morir en tus brazos mientras ¡Oh! estúpido de mi, yo pensaba que me amabas. Me dejaste morir en tus brazos  mientras yo te pedía a gritos ¡NO ME DEJES MORIR! y sin embargo, me dejaste morir en tus brazos. Ahora toma tu puta foto y vete.

sábado, 9 de abril de 2011

Mala fe



Viajé por los campos sembrados de tumbas y de cruces, de dolor y de lágrimas. Los árboles crecían regados en sangre. Vi al diablo sentado en una rama. “Hoy es un buen día para morir” – me dijo, señalando una fosa. “Elige una y será tuya”. Escribía con sangre mi nombre en las puertas del infierno. Le miré a los ojos y le hice la señal de Satanás. Empujé un par de veces mas, fuerte, muy fuerte y desapareció. Llegué. Llegué y vi a Dios bajar de la cruz. “Quiero ver lagrimas en tus ojos”, dijo. El ángel exterminador del paraíso se posó a su derecha. En su cara vi el placer. El olor a sangre lo atrajo y empujado por ese olor lo partió a la mitad. Las puertas se abrieron. El cielo ardía y sangraba y en la ciudad eterna mil hombres morían. Vi a Lucifer contento. Se reía y me miraba. Estaba de pie llamándome. “Dios ha muerto. Únete a mi y seré invencible”. La sangre caía del cielo y los mártires lloraban. La traición estaba consumada y los ángeles morían despedazados por millones de demonios que salían de los infiernos. Los hombres sagrados no lo eran tanto al fin al cabo. Inútil espera en el paraíso de los mártires. Su santidad malgastada por los siglos de los siglos…..