sábado, 21 de mayo de 2011

La memoría de la piel



Me hago duras pruebas de infelicidad para probar mi resistencia a un doloroso clima de soledad. Tras la puerta se vá mi vida, para siempre; baja colgada de tu corazón, escaleras abajo.
Tengo dos esposas, una baila muerta en el camino. Celebro la muerte de quien la trajo. La otra encadena mis manos a la soledad de esta prisión. 

Llevo la palabra Desprecio tatuada en mi frente y en el pecho una rosa que me clava sus espinas en el corazón, marchito por los recuerdos.
 Desaparezco por las sucias calles, corriendo, a oscuras, a escondidas sin ni siquiera saber porqué pues a nadie le temo más que a mi mismo. No me preguntes porqué.
A pesar de todo, levanto mi cabeza orgulloso y miro de frente al mundo con mis ojos, cara a cara.


Todo sigue igual que cuando te fuiste. 
Iba a morir sin ti, decías, y sin embargo, ya ves, sigo aquí, tarareando esta alegre canción.


Estos son mis pies, los que me llevan a esos senderos de libertad que desde mi ventana no puedo ver, pues solo desierto y desesperación es lo que el paisaje me ofrece. Por eso me escapo, porque me cuesta ser esclavo de mis inquietudes, me cuesta arriesgar y perder, jugar y no ganar. Me duele la derrota así como el olvido. Y aunque tropiece con las piedras del camino, una y otra vez me levantaré. 

Miro en la bola de cristal el futuro que me espera. ¡¡ Que ironías me guarda el destino!! 
Vi pasar mi vida por delante de mis ojos a gran velocidad, en escasos segundos. Pude ver los hechos más relevantes de mi vida, los más importantes. Por eso no vi nada, por eso todo estaba en blanco, porque mi vida siempre ha estado vacía, como un carrete velado, como la luz después del túnel, como un inmenso pozo de mierda. 
De todos modos, descorcho una botella y brindo. ¿Quien sabe cuando podré volver a hacerlo?, pues para llorar, siempre hay tiempo.

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